8.5.09

Sombras

Cuando pequeña creía que un lobo habitaba en mi balcón.
Creía que se paseaba por las noches, que acechaba a sus presas.
En un principio creí que venía por mi; me escondía bajo las sábanas y rogaba a Dios por que no me devorara. Pasaron las noches y me percaté de que el lobo había tomado el rol de guardián, ese lobo ahora era mi guardián.
Veía su sombra ir de un lado a otro, pero nunca me atreví a abrir la cortina para ver su figura viva.
Una tarde la luz del balcón se fundió.
Sentí mucho miedo por qué sabía que esa noche dormiría sin el lobo cerca, quizás que mounstruos podrían visitarme.
Pese al terror y la angustia logré dormirme.
Al día siguiente cambiaron la ampolleta.
No podía esperar a que la noche llegara, recuerdo haberme acostado durante el día en mi cama y cerrar los ojos alrededor de 7 minutos. Desperté y era de noche.
Las cortinas estaban abiertas esta vez, la luz encendida.
Y lo que vi me hizo saltar de la cama.
Lo que vi me hizo llorar de impacto.
Polillas, volando alrededor de la luz.
Polillas, que bailaban de un lado a otro al ritmo de la noche y sus sombras creaban figuras animalescas.
Cerré las cortinas con una decepción infantil que hubiera roto el corazón de cualquier estatua desalmada.
Me acosté, cerré los ojos y escuché como el lobo aullaba para espantar a los fantasmas.
Y vi su sombra pasearse de un lado a otro, y escuché su respiración agitada por el frio.
Me levanté, caminé hacía el ventanal y observé un momento su sombra. Me di cuenta de que él no se iría si yo no se lo permitía, que él estaba ahí por mi.
Así qué tuve que despedirme, tuve que liberarlo de esa luz y esas sombras oníricas.
"Adios guardián" dije en voz alta casi al borde del llanto.
El lobo se detuvo, dejó esa respiración agitada, y suspiró.
Y yo, apagué la luz del balcón.

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