23.9.14

Que felices vamos a ser
amada mía,
que felices.

El ardor se acaba
y damos las gracias
porque estos gatos
nunca supieron
preguntar
nada.
(Damos las gracias
por nunca haberles enseñado
la verborrea).

¡Que felices!
¡Cuantas palabras embestiremos!
¡Y hay tantos libros, amada, tantos!

Esa casa,
que pudo ser
madera
blanca
noble
vieja,
¡será feliz!
Y cómo no,
¿qué no es feliz de vivir junto al mar?
¿Acaso no nos regocijábamos de solo pensarlo?
Yo digo que también lo será.

¡Hay tanto por sentenciar!
Esas sábanas,
El perfume,
Los cepillos de dientes,
¡Las galletas!
Ellas también lo serán.

Sentenciemos los viajes,
los gritos,
las siestas,
los abrazos
(aunque esta vez es sin abrazar)

Sentenciemos las alarmas que sonaron
miles de veces,
y que preferimos ignorar.

Y finalmente;

esta casa,
llena de siempre
llena de mucho
de tú
de té
y de te.

La sentencio a habernos tenido,
que feliz va a estar.

Amada mía,
linda,
pequeña mía,
mira,
yo que tú,
sonrío.

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